¿CÓMO ACOMPAÑAR?

El primer contacto es visual

 

En nuestra perspectiva, en las relaciones sociales nuestro primer contacto con los niños y adolescentes es visual, nos ponemos a su altura o en una posición que ayuda a que ellos también nos vean,  les escuchamos de corazón, usamos un lenguaje descriptivo, claro y conciso, que sea comprensible el mensaje que queremos transmitir. 

 Ver su mirada permite sentir su disponibilidad. El contacto visual es un acto de respeto mutuo entre seres humanos.

 El adulto que acompaña estos procesos mantiene una actitud empática, pone atención a lo que está comunicando a la otra persona y procura la coherencia entre lo que dice y hace.  Además de ser un observador consciente –está presente corazonando– con un estado relajado que le permita crear un clima emocional sano. 

 Asimismo, el acompañante está enfocado en las diferentes manifestaciones de los aprendices y les brinda una atención de calidad a través de la escucha profunda y el reflejo a las emociones que emanan de los aprendices sin imponer  las propias.  Estás cualidades  permite

que un niño, adolescente o adulto se abra a una comunicación respetuosa y que gatille la capacidad de un aprendizaje mutuo.  Cuando esto ocurre, niño o adolescente confía en el adulto que lo acompaña, ya que se siente  comprendido y  su integridad está protegida.

Entonces, el adulto acompaña los estados de desarrollo a nivel cognitivo, emocional, social y a su vez las actividades autónomas en la niñez y adolescencia en las diversas áreas de aprendizaje.  Es oportuno que se haga una puntualización, sobre cuál es el propósito del Ambiente Preparado y Relajado APR para que se refleje en la práctica.

 En nuestra mirada, los adultos no somos cuidadores de la infancia únicamente, sino que tenemos la  responsabilidad de relajar el ambiente y convertirlo en un espacio de aprendizaje integral y de autoconocimiento, que esté acorde al  enfoque pedagógico no-directivo, en dónde el ser humano activa sus potencialidades de manera formidable mediante la satisfacción de sus necesidades auténticas de desarrollo.

Es primordial destacar, que el/la acompañante  evita interferencias con sus expectativas, presiones, exigencias, comparaciones, coerciones y competitividad, ya que estos son parámetros que no corresponden al paradigma de respeto a la vida y sus procesos.  Las relaciones sociales se basan en la aceptación, el respeto y la cooperación mutua. También, parte de su responsabilidad es la de aíslar los peligros activos del espacio de interacción social (cables de alta tensión, alambres de púas, huecos profundos, reservorios o estanques, clavos y alambres oxidados, animales agresivos, entre otros) para proteger la integridad física y psíquica de todos los participantes.  

 Otra responsabilidad tan esencial como la anterior es  manter vivos los diferentes espacios de aprendizaje, actualizando la información y los estímulos que son los que permitirán el aprendizaje autodirigido y el autoconocimiento. Esto significa, que los recursos didácticos que se observa que no se utilizan, se cambian por otros que correspondan a las necesidades de desarrollo del aprendiz.  En esta parte enlazamos varios elementos, por ejemplo es vital la observación y el seguimiento a las dinámicas del aprendiz, que son insumos que alimentan una base de datos que le permiten al acompañante interpretar los procesos pedagógicos de cada uno.

 Los aprendices por su parte sienten que están  acompañados por personas confiables, que les proporcionan  una atención de calidad, este tipo de relación se convierte en una experiencia significativa para todos los involucrados, lo que aporta a los procesos de individualización y socialización en las diferentes etapas de maduración humana. 

 Cuando les acompañamos con una actitud de apertura, sintonizando los ritmos entre aprendiz y acompañante –al desacelerar el ritmo adulto–, tomamos consciencia de todos nuestros sentidos, lo que sucede es que estamos asistiendo al acto más maravilloso, vivir conscientemente el presente. Dentro de estas circunstancias los niños y adolescentes sienten bienestar,   asumen su responsabilidad individual y social, que es un estado de madurez que proviene de un trato respetuoso.

 Por consiguiente, nuestra presencia en el ambiente preparado consiste en estar plenamente presentes en el aquí y ahora,  aceptando los diferentes estados profundos del ser. «La prioridad en la atención son los niños y adolescentes durante su estancia». Esto significa que no existen distracciones como el uso del teléfono, conversaciones entre adultos,   o realizando actividades que se salen de las circunstancias e interacciones en que se encuentra el aprendiz. 

Los adultos acompañantes les brindamos nuestro apoyo cuando lo necesitan, y cuando no, continuamos atentos, observando cómo lo hacen, si resuelven los problemas que se les presenta, si están enfocados en su actividad, o sea que seremos testigos del despliegue del plan-interno-de -desarrollo integralmente, a su vez de sus manifestaciones espontáneas que surgen desde su interior.

 Una atención personalizada auténtica

 En un ambiente preparado para el aprendizaje, si fuese el caso que otro niño quiere comunicar al adulto de alguna situación o necesidad cuando está ocupado, se recomienda establecer contacto visual directamente  con el niño, entonces tiene una atención instantánea, le dedica unos minutos para informarle sobre su disponibilidad y le avisa que estará con él o ella en un momento.  Una vez que el acompañante concluye lo que estaba haciendo, le atiende al niño como se le había ofrecido y se satisface su necesidad, cumpliendo con lo dicho.

 Cuando existe coherencia entre las palabras y las acciones, la criatura alcanza un estado vital relajado, es decir se siente seguro en el ambiente,  entonces disminuye la ansiedad o lavangustia que le provoca la espera de manera natural.   He observado, que no importa la edad, ya que una comunicación sincera transmitida con empatía crea confianza, desde entonces un niño o adolescente incorpora la paciencia paso a paso.

   

 En situaciones de conflicto

 Cuando surge una diferencia aparte de irreconciliable entre niños o adolescentes, pueden  desencadenarse procesos dejando emerge

heridas pasadas o actuales, lo que requiere de un acompañamiento cercano. 

 En situaciones de «conflicto» las historias de vida de los involucrados pueden influir de manera perturbadora y dificultar la petición de soluciones impidiendo que se llegue a acuerdos. 

 Fundamentalmente crea una atmósfera de apertura que permite que los niños se sientan seguros y se expresen de una manera exitosa en el sentido de que se comunican entre sí de una forma que les permite sentirse cómodos y confiados en sus propias soluciones en un clima seguro.

 Por consiguiente, es vital que acompañantes y niños,  conozcan las reglas de casa y los acuerdos sociales para fomentar una convivencia en armonía.

 El acompañante en el proceso de comunicación está atento para tener una comprensión real de los componentes del conflicto y las diferencias puntuales que están expuestos por las partes, sin juicios de valor, permanece atento, muestra interés en el problema y acompaña hasta que ambas partes estén dispuestas a llegar a un acuerdo o encontrar una solución.

 Este proceso requiere un tiempo de escucha profunda y es adecuado no resolver la sentencia unilateral. El adulto presente en la atención al conflicto dedica tiempo sin resolverlo, pues son los involucrados los que lo hacen.

 En caso de que el adulto de referencia no se sienta emocionalmente preparado para acompañar a través de un conflicto o catarsis de principio a fin, se recomienda que comunique con sinceridad a sus colegas sobre su disponibilidad emocional para que otro miembro del equipo intervenga. En este escenario, la empatía se convierte en un papel fundamental.

 Recordemos que para comunicar sobre un límite a una persona cualquiera sea, es primordial que se haya cultivado la confianza  para que se sienta aceptada y comprendida en su situación, en especial en momentos de tensión,  independientemente de quien haya agredido, o provocado el conflicto.

 

La expresión emocional es intensa para los involucrados.  Y, aún así es vital que les dejamos que expresen su malestar – frustración– o desacuerdo.  En ningún caso se utiliza la coerción, el chantaje emocional, la amenaza o el castigo.

 

Recordemos que un ambiente que se prepara facilita el acompañamiento a la niñez y adolescencia con calidez y calidad.

 

Por lo expuesto, la estructura del ambiente preparado APR requiere de estímulos y recursos didácticos para que el aprendiz satisfaga necesidades auténticas de desarrollo, facilita el aprendizaje con autonomía, que es un aporte invaluable en la práctica pedagógica no-directiva que proponemos.  Del mismo modo, que la observación consciente, la actitud de empatía a las dinámicas sociales entre adultos, adolescentes y niños promueven la reflexión, la escucha profunda contribuyen a los procesos de comunicación con base en el respeto mutuo y cooperación.

 

El/la acompañante  con una actitud de confianza en el potencial de la niñez y adolescencia, hace la labor del  agricultor, abona la tierra y la convierte en un campo fértil poniendo a disposición los nutrientes día a día para que los seres vivos florezcan.  Esta analogía llevada al ambiente del ser humano en crecimiento nos permite a los acompañantes crear oportunidades para el aprendizaje autodirigido, brindar experiencias significativas para la exploración y experimentación, coordinar encuentros de acuerdo a la etapa de desarrollo y proporcionar un acompañamiento individualizado. 

 Acompañar los estados de desarrollo a la niñez y juventud en sus diversas interacciones, circunstancias y contextos con base en el respeto mutuo, se convierte en un  aprendizaje continuo.

 

Atte.

Laboratorio autodidacta 

Esperanza Chacón 

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