PARTE 1. Por: Esperanza Chacón & Edgar Espinosa
Las sociedades contemporáneas están regidas por el paradigma patriarcal, que utiliza EL PREMIO Y EL CASTIGO como herramienta para educar y, al mismo tiempo, controlar e instaurar el poder. A nivel religioso, ancestral, político e ideológico se ha condicionado la conducta humana -comportamiento-, y se ha dosificado la libertad -autonomía-, con el propósito de conseguir obediencia.
Si observamos, veremos que ‘el premio y el castigo’, todavía son una fórmula en la práctica educativa con la que se condiciona para obtener resultados. Tomemos en cuenta, que cuando no estamos de acuerdo o nos salimos de lo establecido, se considera rebeldía, y esto jamás debe ocurrir en el sistema educativo vigente. Es suficiente justificación para reprimir o coartar, a veces con violencia y otras de manera sutil. En este contexto, se mantienen esquemas que se traducen en la frase «lo hacemos por tu bien», «la letra con sangre entra», «tienes que ser obediente» o «tu deber es…».
Parecería impensable vivir la vida dentro de los parámetros de un paradigma que respeta al ser humano y su entorno, ya que se cree que al dejarlo en libertad, por sí solo no puede tomar decisiones, especialmente en las primeras etapas infantiles tiempo en el que se considera inapropiado dejar que ejerza su autonomía. Entonces, pensamos que tal vez un enfoque educativo libre no funcione, al menos no a largo plazo, y tampoco sea válido para la mayoría de las familias.
A veces es difícil atreverse a descubrir y mantener otro tipo de relaciones más humanas.
Las religiones de occidente han incidido de manera atroz, no sólo en la conducta de las personas -aspecto psicológico-, por ende en su vida misma. Esto se refleja, por ejemplo, en las enseñanzas bíblicas, al considerar la desobediencia del primer hombre que nos llevó a la expulsión del paraíso. Se ha instaurado un paradigma basado en la culpa. Hemos sido condicionados desde el miedo, la amenaza y la comparación. De este modo, el juicio (palabra clave) es lo que determina qué es bueno o malo y, por supuesto, quién lo define es una autoridad o líder. Las interacciones sociales están impregnadas de juicios de valor. Por ejemplo: si tienes un buen comportamiento, obtienes un premio, metafóricamente el cielo; en caso contrario, si te portas mal, eres castigado -te irás al infierno-.
En este sistema educativo tradicional crecimos, recibimos premios por los aciertos y castigos por los errores. Nótese que estar en lo cierto -certeza- es un parámetro básico del paradigma educativo convencional vigente. El error es condenado de tal manera que usamos cualquier estrategia para evitarlo y recibir la aprobación de los adultos de referencia. Está visto que al depender de que otro nos determine, es decir, nos juzgue o nos valore, nos sometemos a su autoridad.
La dependencia impide, por un lado, que nuestra mirada sea auténtica, es decir que tome en cuenta lo que sentimos y pensamos y, por otro, que por uno mismo se aprenda, que se tenga un razonamiento propio sobre cada acto que realizamos. Además que podamos expresar nuestras emociones en cuanto surge desde el propio corazón
¡Alegrémonos de que con nuestras acciones estamos cultivando la cultura del amor y el respeto desde el lugar en donde estemos!
En las últimas décadas han surgido otras miradas en la educación de nuestros hijos e hijas con base en el amor sin condiciones -respeto mutuo-, o sea, la libertad con responsabilidad y los límites funcionales para proteger la integridad del individuo.
Resalto que a principios del siglo XX, el trabajo de la Doctora María Montessori fue una revelación, al evidenciar que la criatura es un enigma y que en las primeras etapas infantiles el despliegue de la vida es asombroso, porque posee una mente absorbente, lo que en la actualidad se atribuye a la plasticidad cerebral. Montessori mantuvo una crítica mordaz al sistema educativo en aquella época y en la actualidad aún representa un paradigma revolucionario. Ella consideraba que no se debe educar con premios y castigos.
En consecuencia contrastamos con el hecho de asumir las consecuencias de los actos como una parte fundamental del aprendizaje autodirigido, porque conlleva a la autocrítica, a la autorreflexión, a la responsabilidad y a la cooperación. Además, rescatamos sobre la importancia de ambientes preparados y relajados con el objetivo de que cada ser tenga sus propias experiencias y con ellas active su plan interno de desarrollo para su autorrealización personal.
Por consiguiente, informarnos sobre otros contextos socio-educativos para apreciar aspectos valiosos de la naturaleza del ser humano y cómo el medio ambiente incide en la interacción individual y social es esencial. Pues, se trata de algo vital y uno de los mayores desafíos, – aprender a convivir en libertad – que implica ponernos de acuerdo en cómo queremos vivir.
En nuestro punto de vista y experiencia los límites y las reglas no son medidas disciplinarias. Para nosotros los parámetros que son
definidos con claridad evitan riesgos, preservar nuestra integridad física y psíquica con referencias claras, concisas, aportan a qué sean funcionales, porque nos dan confianza, nos sentimos seguros y asumimos una responsabilidad compartida.
Es significativo resaltar que cualquier estilo de vida que elijamos requiere de parámetros que reflejen la calidad de relaciones sociales que queremos. Por lo tanto, los adultos pasamos a ser los referentes principales en la convivencia con nuestros niños, niñas y jóvenes; quienes asumimos los valores y creencias que les ofrecemos en los diferentes entornos sociales.
Por lo anteriormente expuesto, los adultos somos quienes tenemos la responsabilidad de conocer sobre las necesidades de desarrollo y de sobrevivencia de las etapas por las que el ser humano atraviesa. Esto es vital para el cuidado y protección de nuestras crías y los demás participantes de una familia o comunidad.
Recuerden un límite es una protección a la integridad, por ejemplo, en el caso de que un niño quiera agredir a otro niño o a un adulto, no estamos de acuerdo en motivar a que el agredido responda en su defensa con otro golpe, porque lo que sucede es que se valida la violencia y esta se incrementa. Y ¿cómo acompañamos en estas circunstancias? Aquí dos referencias frente a un límite: no se permiten agresiones físicas, verbales o burlas. En este caso, el adulto responsable del cuidado lo impide, porque es quien vela por la seguridad e integridad; si es necesario conteniendo físicamente a quien agrede. La otra referencia es que el adulto no juzga, no toma partido, ya que ambas partes necesitan ser atendidos, el adulto se mantiene atento, pero neutral, tratando de entender la situación y contexto, por supuesto que tampoco agrede a ninguno de los implicados, –educa con
el ejemplo – En este relato se evidencia que los límites y las reglas son para todos los miembros de una familia o comunidad.
Nuestra propuesta para acompañar los límites y las reglas consiste en mantener relaciones de mutuo respeto. Esto se logra mediante un acompañamiento consciente, una atención de calidad y calidez. Estarpresentetantodesentimientocomodepensamiento.Este proceso tiene lugar cuando el acompañante se sitúa a la altura de los involucrados y los escucha. No ejerce el autoritarismo. En su lugar, se incorpora un ingrediente adicional: la no-directividad, que facilita relaciones empáticas para escuchar las circunstancias de las personas en conflicto, permitiéndoles expresar sus opiniones y, si es factible, desahogar sus tensiones mediante el mecanismo natural de desahogo, el llanto profundo.
Además, según lo expuesto, se percibe que en la convivencia existen dos elementos complementarios: el autorespeto y el mutuo respeto. Ponemos énfasis en la importancia de conversar sobre lo que nos sucede a cada integrante, conocer sus necesidades, sueños y metas, así como comprender los recursos y circunstancias que contribuyen a la comprensión de cada uno.
Cuando se tiene un panorama claro, el diálogo fluye y se logra crear en conjunto los marcos de referencia, ya que estos se van haciendo obvios. Es notable que, cuando hay una participación activa de todos, nos sentimos pertenecer al espacio social, al estar tomados en cuenta, nos sentimos parte, y desde luego se evitan reclamos o discusiones. En consecuencia, la inclusión previene tensiones innecesarias que podrían desembocar en conflictos.
El propósito primordial de los límites y reglas es ponernos de acuerdo para que la familia o comunidad de aprendizaje conserve la armonía y esto sucede cuando nos comunicamos.
CORAZONANDO JUNTOS