Por: Esperanza Chacón
A través de las redes tomé contacto con una amiga especial de Ecuador y aprovechando el WiFi le pregunté sobre ¿cómo le va con sus hijos en el confinamiento obligatorio en casa? Me respondió, que le va bien y, que en la convivencia diaria observó varias cosas que le plantean la necesidad de saber cómo proteger el espacio de cada uno de los miembros en el espacio íntimo de relaciones, llamado familia.
Tomo esta inquietud, para hacer una aproximación, pues al pasar por la experiencia del confinamiento obligatorio queramos o no, “nos topamos unos con otros en los espacios sociales y en los espacios individuales, aunque este sea mi metro cuadrado privado”. Esto sugiere que abordemos las implicaciones de la membrana de protección y los vínculos en las relaciones sociales.
“El vínculo de afecto es un fuerte lazo emocional que nos ayuda a querer estar con la otra persona, a ayudarnos, a protegernos mutuamente y acariciarnos. Es una de las relaciones más positivas, la más humana y atenta”.
(Arthur Janov 2001:334)
La vida nos presenta a las mujeres en calidad de mamás la oportunidad de conexión natural, es el programa de la especie de los mamíferos, parte esencial de nuestra historia evolutiva. Cultivar este nexo significa en la práctica corazonar con nuestras crías. Si bien en el embarazo madre e hijo comparten la misma membrana -vientre materno- son seres independientes; “el saco amniótico” es la membrana que protege al embrión del exterior y envuelve lo interno para que continúe el proceso de vida. De esta manera se establece lo que es: “dentro y fuera” que en la convivencia permite una cooperación mutua. Para el feto, el entorno intrauterino es el medio en el cual se desarrolla, con base en los estímulos del medio y las informaciones que están en su ADN, cuyo propósito es activar sus potencialidades para su sobrevivencia y para su autorrealización.
Las investigaciones de los doctores, Thomas Verny y J. Kelly, La vida secreta del niño antes de nacer, confirman que: “el firme vínculo intrauterino es la protección fundamental del niño a peligros e incertidumbres del mundo exterior y como ya hemos visto no se limitan al período uterino (…) En gran medida dicho vínculo también determina el futuro de la relación madre e hijo” (1988:76).
Entonces, el niño o la niña percibe los estímulos del medio que pasan por el primer filtro, la membrana materna. En este período ella es el nexo, la protección, el alimento y contribuye a su desarrollo; por eso considero que el hábitat del bebé es su mamá.
Entonces ¿cuál es la función de una membrana? Tomemos como base para el análisis, la célula, la expresión más sencilla de la vida, en su estructura física está compuesta de un núcleo, un citoplasma, y una membrana plasmática -semipermeable, traslúcida, dinámica y fluida-. La función de la membrana celular es permitir que el organismo elimine lo que no necesita y, deja pasar del exterior lo que sí necesita, de esta interacción depende la sobrevivencia de toda célula, “que tiene de 6 a 10 nanómetros de grosor que permite mantener las diferencias entre el interior y el exterior de estas”1
Al nacer el niño o la niña tienen el amor de papá y de mamá, ambos son un soporte emocional fantástico e imprescindible. Además el contacto piel con piel -membranas individuales- a través de la caricia que le proporciona seguridad. Cuando la mamá coloca al bebé instintivamente al lado del corazón, el hijo o la hija reconoce estos sonidos porque ya los escuchaba dentro y confirma que continúa con ella. Del mismo modo, cuando los adultos asumen la responsabilidad de su cuidado, cumplen la función de la membrana en forma natural, porque son quienes preparan la casa -nido- para proteger la integridad de todos, entonces por analogía la familia representa un “ útero externo”.
Para acercarnos a una respuesta integral, es importante que se tome en cuenta, ¿qué es lo que respetamos? Se pone énfasis en lo más relevante del mundo interior: necesidades auténticas, períodos sensibles, etapas de desarrollo y ritmos; estos elementos conforman su plan de vida y además el complemento es el mundo exterior -caos-. Por lo tanto, para acompañar a los hijos e hijas con amor y respeto el espacio físico que se ofrece deberá
contener dos características: que sea “preparado y también relajado”; esta última depende básicamente de la actitud de los adultos que acompañan.
Se sabe que cada organismo contiene en el ADN su información genética, que es valiosa y única, queseconvierteensu“guíainterna”. Porlotanto,lossereshumanosparacrecer y madurar siguen un ritmo propio, con base en el principio de vida: “la interacción de los organismos con el medio es de dentro hacia afuera”; a esta actividad constante entre organismo y medio Humberto Maturana lo denomina “acoplamiento estructural”. Esta manera de estar, en un lenguaje más sencillo equivale a, “estar activo”. En los seres humanos el crecimiento se refleja en un juego intenso -actividad espontánea-autónoma- la que le permite comprender cómo funciona el mundo físico con naturalidad.
Entonces, el ser humano para una maduración óptima requiere sí o, sí:
● espacio preparado de acuerdo a las necesidades de la etapa.
● actitud empática por parte de los adultos con los que convive.
● estímulos -objetos-.
● marco de referencia claro y
● ritmo -dinámica o estructura- en la organización del día. Se pone cuidado en que, las pautas indicadas funcionan para todas las etapas de la vida y es imprescindible que sean permanentes, porque al serlo son flexibles dan seguridad y bienestar.
Por el contrario, observé que, cuando una persona no se siente satisfecha en sus necesidades esenciales, asume “comportamientos inapropiados” en apariencia, debido a que activa el sistema de defensa para enfrentar o evadir, de esta manera se protege a sí mismo y utiliza su bioenergía para bloquear la experiencia inadecuada y así proteger la integridad del ser.
Hay otro elemento vital que contribuye en las relaciones sociales, es el amor, que en la práctica tiene relación con respetar las individualidades de cada uno de los miembros de la familia, lo que resulta complejo, si consideramos que, cada cual tiene sus necesidades y cualidades propias. En tal sentido, “el amor es aceptar al otro tal como es”. En la medida que se escucha su corazonar: dolor, ira, tristeza, alegría, celos; él o ella, a cualquier edad tendrá vivencias de aceptación, de sentirse amado, porque se deja que exprese las emociones a su manera, siempre que no se haga daño a sí mismo o a los demás.
En suma, la confianza y la fuerza interior en cada uno, es una consecuencia de dar y recibir amor y respeto, que contribuye a que las membranas emocionales se nutran, y se adquiere la capacidad de autogestionar las emociones propias para estar disponibles a relacionarnos con los demás, lo que en el medio se conoce como inteligencia emocional.
Ahora nos corresponde ubicar el espacio común -casa-, porque con la actividad propia que realizamos a diario, podemos o no estar afectándonos mutuamente.
Por ejemplo cuando:● se entra a un espacio personal sin comunicar,
● se toman las cosas de otra persona sin pedir su permiso,
● se interrumpe una actividad de manera abrupta,
● se quiere el mismo objeto o atención al mismo tiempo, entre las más frecuentes.
Suficientes razones por las que se requiere conversar entre todos sobre, qué nos gusta y que no, para reconociendo las necesidades esenciales de cada uno llegar a acuerdos entre todos.
Una herramienta útil en la comunicación es disponer de reglas, acuerdos y consecuencias, que sean congruentes, cuando estos referentes son claros funcionan de manera sorprendente. A veces se requerirá de límites físicos, demarcados o que estén escritos, por ejemplo: compartir el dormitorio, si fuera este el caso se puede delimitar inclusive físicamente con un mueble, una alfombra, una cuerda, etcétera. También ayuda, colocar pequeños carteles: “entrar sin zapatos”, “basura orgánica e inorgánica”, “no agresiones físicas ni verbales”, “dejar los juguetes en su lugar”, “respetar el espacio personal”, “toque antes de entrar” etcétera.
Recomendamos que para una comunicación con respeto se tome en cuenta primero, el contacto visual, con la persona que lo pide, en el momento que lo necesita; así se evita que entre en angustia o ansiedad y llame reiteradas veces e incluso a gritos, porque tal vez piensa y siente que no se lo escucha. Si no es posible atenderlo cuando lo pide, igual se le mira y comunica con claridad que espere, para cuando sea posible atender su necesidad.
El confinamiento obligatorio nos mostró que en la convivencia estamos ante dos situaciones: una oportunidad para reorganizarse al interior de la familia tomando en cuenta las necesidades de todos los integrantes, o sea que el hogar sea un espacio donde aprendemos a convivir con armonía. En caso contrario al seguir reproduciendo en automático costumbres que no respetan lo que sucede es que no favorece a cultivar confianza y apertura para el cambio.
De ahí la importancia de contar con un ambiente armonioso, para que cada uno tome contacto consigo, con sus necesidades y a su vez tome las decisiones desde su corazón, para vivir la vida con pasión, así seremos capaces de reinventarnos y proporcionarnos felicidad.