By: Esperanza Chacón
El otro día Violeta estaba jugando a las cartas con su grupo de amigas, todo iba viento en popa hasta que puso sobre la mesa la carta equivocada y salió del juego. El mal-estar que le causó el hecho de perder era fuerte, lanzó las
cartas por los aires, al estar muy enojada dijo palabrotas; además quería agredir a su hermana y a quienes estaban a su lado e inclusive cuando se acercó un adulto, escapó y corría por todas partes.
Desde el paradigma de respeto a procesos de vida, la satisfacción de necesidades cualquiera sea produce bien-estar. Por lo tanto, el ser humano experimenta un estado de plenitud y gozo interior. Por el contrario, en el caso de no satisfacción de una necesidad de desarrollo o de sobrevivencia -ambas esenciales para Ser y Estar-; prolifera un sentimiento de mal-estar por la decepción que se vive.
Cuando lo que queremos no ha salido bien y no se consigue el objetivo, especialmente si se trata de algo que se anhela como en la vivencia descrita “ganar el juego”, que inconscientemente le aproxima a una sensación aparente de satisfacción. Interpreto que la niña tiene alguna carencia que necesita compensar, porque existe la obsesión de no perder, lo que desencadena las manifestaciones expuestas, es decir, un determinado “comportamiento”.
¿Por qué un niño o una niña reacciona con ataques o huidas?
El hecho de asumir una equivocación no es tan sencillo, porque se nos ha programado para no perder. Ya en nuestros primeros años infantiles se nos condicionó para condenar el error, no podíamos tan siquiera equivocarnos y cuando lo hicimos recibimos reproches o castigos; el equivalente de no sentirnos aceptados tal como somos. Inclusive se nos juzgó de incompetentes, “unos buenos para nada”. Esta podría ser la razón por la que nos da vergüenza a equivocarnos o perder; y por añadidura tenemos miedo al rechazo o al desprecio.
Asimismo, el sentimiento de decepción que se experimenta cuando las cosas no salen como deseamos, viene acompañado de un cóctel de emociones y reacciones según sea el caso. A estas expresiones se denomina frustración, que trae consigo: rabia, tristeza, vergüenza,
envidia y celos; que son señales de dolor interno, que por lo visto, las situaciones del momento son un pretexto para avivar las heridas emocionales. Entonces, las crisis son oportunidades para reestructurar las experiencias incoherentes.
También es común que confundamos lo auténtico de lo sustituto o a la inversa; su desconocimiento no permite distinguirlos; por ejemplo, el movimiento corporal -motricidad- es una necesidad auténtica: gatear, trepar, caminar, saltar, correr, etcétera. En el caso de antojarse por un helado, o ganar un juego, si bien son deseos, no son imprescindibles para estar vivos, tampoco afecta en el desarrollo. Pero la insatisfacción nos deja un sabor amargo.
Las necesidades no satisfechas provocan un mal-estar como ya se mencionó, este puede desencadenar un proceso inesperado, porque en algunos casos incluye: pataletas, berrinches, manipulaciones y llanto de desahogo (lo ideal). Al analizar estas manifestaciones vemos a una niña o un niño que busca tener algo esencial, me refiero al afecto-atención y que es posible que no lo haya estado consiguiendo y lo ha reemplazado con compensaciones. Razón suficiente para estar sensibles a percibir el sentimiento vital y transmitirle que tratamos de comprender lo que está pasando.
Si fuese el caso que, Si el acompañante se siente afectado con las emociones del niño o la niña o, no siente disponibilidad en atenderlo, es preferible que sea honesto y busque ayuda.
En este momento es sustancial puntualizar que el organismo humano viene equipado de recursos formidables para autorregularse por sí mismo y, el llanto de desahogo es un recurso natural que permite sacar hacia afuera las tensiones, siempre y cuando un niño o una niña sienta confianza y seguridad de que su integridad estará resguardada. En este caso, se constata que la vida se torna liviana porque se libera el cúmulo de vivencias inadecuadas pasadas y presentes.
¿Por qué sostener física y emocionalmente a un niño o niña cuando está en crisis?
En el caso de la agresión, no se considera como un desahogo adecuado. Tal vez, en ese instante se calma la rabia, pero el drama seguirá por dentro. Se sabe, que la agresividad es un programa de sobrevivencia de las especies -el ataque y la huida- para cuando está en riesgo su integridad.
Un incidente cotidiano Sea cual sea surge de la relación entre dos personas, no amerita una reacción agresiva, porque no libera la tensión, por el contrario la incrementa y va en escalada.
Por la razón expuesta, cualquier tipo de violencia la contenemos, la evitamos y si es preciso lo hacemos físicamente; es decir, resonamos con la fragilidad del niño, niña, joven y adulto, pero al mismo tiempo le proporcionamos seguridad. Inclusive el acompañante se coloca físicamente delante o entre ambos de manera neutral y sostiene a quienes están en el
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conflicto (medida extrema), para evitar que se hagan daño; en especial en las primeras etapas infantiles por el carácter impulsivo -expresión natural en el ser humano en esa etapa-, ya que no mide los peligros. En una ocasión un bebé de un año y medio, lanzó el biberón con fuerza y lastimó a su hermano.
Cabe destacar que con los chicos y las chicas mayores, el acompañamiento es de otro tipo, porque se toma en cuenta el estado de madurez cognitivo que tiene relación con la lógica formal del pensamiento y por lo tanto, mediante el diálogo con base en el respeto mutuo se llega a soluciones creativas para resolver los conflictos (bien puede ser motivo de otro artículo).
La agresión, pone en riesgo la integridad individual y la de los demás, tampoco es un mecanismo natural para desahogar tensiones.
Lo que se constata que el medio nos condiciona y los mecanismos de sobrevivencia se activan cuando el organismo percibe un peligro. En los diferentes entornos sociales en los que participo, es vital mantener “armonía” en la convivencia. Entonces, se considera una regla de oro; “no agresiones físicas, tampoco verbales y no acoso”, se remarca en no herir a nadie. En el caso de incumplirla, estamos atentos para dar contención emocional y para verificar que se respete.
Es primordial referir que algunas situaciones emergentes se conversan entre todos/as con “el carácter de urgente” al detalle, hasta que los implicados sientan que han expresado sus incomodidades, disgustos y sobre todo cuando se ha encontrado una solución que les satisface a ambas partes.
No obstante, sabemos que, aunque no son visibles los procesos internos que se desencadenan, energética y emocionalmente sí son perceptibles y son dinámicas complejas bio-energéticas; debido a que el nivel neuroquímico del cerebro se dispara y comienza a producir cortisol y adrenalina -hormonas antiestrés-, que se activan para proteger al organismo de cualquier peligro. También, se consideran bloqueadores de experiencias traumáticas.
Recordemos que las emociones y sentimientos que no se expresan, no se asimilan, tampoco se borran sino que se guardan y siguen latentes por varios años. Es decir, que afectan hasta que haya la oportunidad de tener condiciones de una reestructuración -desbloqueo-.
Es sustancial, que el niño y la niña reciban contención emocional para evitar que su organismo quede en “modo alerta”, que se haga un proceso circular de producción neuroquímica, que tiende a alterar los procesos de inhibición de por vida. En una catarsis cuando hay una sobreproducción de cortisol y adrenalina se inunda a los tres sistemas: inmunológico, endocrino y nervioso.
En estas circunstancias es imprescindible que la actitud con la que se acompaña, incluya atención y sigilo ya que facilita para percibir sus señales y para respetar su disponibilidad emocional y su espacio. En momentos críticos, algunas personas no siempre aceptan abrazos o expresiones de cariño.
En el ejemplo descrito, Violeta es una niña de ocho años, no le gusta perder en los juegos de mesa, ni en cualquier otro (se aclara que el juego es una necesidad auténtica). Entonces, ganar se ha vuelto obsesivo en ella, por lo tanto, es un sustituto que compensa.
Por eso, el drama de la pérdida la envuelve de una manera intensa, hasta alterarla por completo. Por consiguiente, si ya reconocemos este comportamiento, podremos acercarnos con cuidado.
Existen interpretaciones sobre sí al contener al niño o niña físicamente, no se estará bloqueando y afectando sus expresiones emocionales y sociales, e inclusive algunos lo consideran “exagerado o contraproducente”. Entonces, cabe preguntar: ¿cómo acompañaría usted los comportamientos agresivos a nivel físico, verbal o acoso escolar, con base en el respeto mutuo?
Asimismo, por experiencia propia en mis años escolares, las calificaciones a la “conducta o comportamiento” no aportaron a disminuir la violencia. De hecho, la agresión infantil en las últimas décadas refleja un incremento absurdo y exponencial. Sinceramente, los parámetros coercitivos no funcionan, no hay manera de controlarla, se sale de las manos y, lo más grave es que actualmente en las escuelas convencionales es imposible evitarla. En suma, en cualquier entorno en el que se participe, lo primordial es no perpetuar el maltrato.
¿Qué le pasa a un niño o niña que no le importa herir a otros?
Cuando se comprende de qué manera funcionan los procesos de dolor, también se descubre las heridas primales y sus causas, ya sea en nuestros hijos, hijas, parejas y demás miembros de un entorno social. Una oportunidad de comenzar una relación sin juzgar, sin etiquetar y sin esperar un “buen comportamiento”. Sino para a través de la aceptación al SER tal como es, corazonar con su historia de vida.
Cada uno logra autorregular sus emociones, si se le deja fluir en sus expresiones. También, a través de la experiencia propia -creadora- es capaz de proporcionar felicidad a sí mismo. Ambas dinámicas son la manifestación del inmenso potencial humano.
Acompañar con respeto cuando alguien se desahoga, facilita a que por sí mismo halle tranquilidad en su interior. Entonces, experimentará una sensación de liviandad y, en un próximo momento con un estado de ánimo revitalizado continuará con sus actividades.
“Después de la tempestad viene la calma”
31. 05. 2020
San Mateo-Costa Rica